Viajar no es desplazarse; es relacionarse.

Llevo abanderando desde hace años que viajar en modo «turismo experiencial o vivencial» es priorizar el contenido sobre el continente y entender que la verdadera experiencia «única» «memorable» y auténtica te la proporcionan cuando eres capaz de relacionarte con las personas que habitan y palpitan en el territorio.

Y el contenido experiencial y vivencial son esas anécdotas, historias o relatos que te proporcionan cuando te relacionas con cualquier persona en el destino, sea local o viajero como tú.

Y si priorizas un contenido experiencial y vivencial eres capaz de transcender al continente y al destino.

Este mantra lo llevo proponiendo desde hace años cuando empecé a investigar y conceptualizar el llamado y vapuleado y retórico concepto del turismo emocional y experiencial.

Hay que relacionarse con el lugareño y con un lugar, con quienes lo habitan, con sus silencios y con sus tiempos y adaptarse a su cultura. Parece obvio, pero no lo es tanto.

No maltrates a las personas ni al territorio ni sus tiempos, porque eso sí es entrar en un bucle negativo.

En un momento en el que el turismo masivo genera rechazo —hasta el punto de que la «turismofobia«, término ya recogido esta semana por la RAE, forma parte del debate público—, creo necesario reivindicar otra forma de viajar y estar en el territorio.

Porque si viajas como consumidor, entras en el territorio de la turismofobia y lo que esperan de nosotros es un visitante consciente.

Desde hace años trabajo en innovación turística y planificación de destinos, especialmente en el ámbito del turismo experiencial.

Qué buscas cuando viajas

Desde hace unos meses estoy involucrado en la consultora iUrban donde desarrollamos herramientas y proyectos que parten de una idea muy concreta: el territorio no es un escenario, es un sujeto activo.

Y sí un sujeto activo muy curioso porque tras analizar las conversaciones de más de 200.000 usuarios en el último año, y basándonos en nuestra experiencia estratégica con más de 200 destinos de interior (incluyendo Diputaciones, Mancomunidades y pequeños municipios), confirmamos una tendencia clara:

LO QUE SE LLEVA Y SE SIENTE SON LAS EXPERIENCIAS NO MASIFICADAS

Precisamente por eso, mis lugares predilectos no suelen coincidir con los más promocionados.

Son lugares donde alejarse del mundanal ruido para vivir experiencias NO masificadas.

Pero soy positivo y proactivo y me interesan los márgenes, la España vaciada entendida no como un problema, (la RAE pone el acento en lo negativo) sino como un espacio lleno de inteligencia territorial, cultura viva y posibilidades reales de futuro.

Por ello y fiel a mi cita de todas las Navidades he seleccionado estos diez destinos.

No son una lista objetiva ni una guía al uso.

Son, en muchos casos, territorios muy personales y con los que en algún caso he trabajado, pensado o caminado.

Desde iUrban nosotros ayudamos a los destinos a conectar con las personas a inspirarles directamente herramientas como Cicerone con planificación inteligente con IA para ayudar a leer los destinos antes de recorrerlos.

Son también lugares con los que mantengo una relación personal, emocional e intelectual.

Lugares donde el turismo aún puede ser una herramienta de cuidado y no de desgaste.

Esta es mi selección, espero te inspire y que esta Navidad des el salto a la España no vaciada, más bien la que «va hacia» el origen, cuando viajar era otra cosa.

La España que resiste (y propone futuro)


1. Navarrevisca (Ávila) el origen y el recuerdo de infancia y juventud.

Navarrevisca no es solo un lugar al que vuelvo; es mi lugar de origen.

Es el pueblo natal de mis abuelos maternos y donde pasé parte de mi infancia y juventud.

Mi relación con este territorio no es profesional ni analítica: es biográfica.

Quizá por eso representa tan bien la sobriedad castellana y avulense en la sierra pobre a los pies de Gredos, bien entendida.

No hay artificio, ni falta que hace.

Aquí el paisaje y la arquitectura popular dialogan sin estridencias, recordándonos que el equilibrio entre naturaleza y vida humana fue durante siglos una práctica cotidiana.

Cuando alguien me pregunta dónde alojarse para entender de verdad el entorno, suelo recomendar alguna casa rural de Navarrevisca.

Pero ahora recomiendo este proyecto que está en Serranillos un pueblo a escasos kilómetros y que en mi época de juventud todavía recuerdo salir de «fiesta» y volver al amanecer por aquella carretera recorriendo los seis kilómetros para volver a Navarrevisca, se hacía largo, pero emotivos.

El Hotel Camino de las Estrellas, un alojamiento cercano que mantiene esa lógica de hospitalidad tranquila y bien enraizada en el territorio.

2. Babia (León): estar en Babia. O no.

“Estar en Babia” no es evadirse, es pensar despacio.

Seguro que algún profesor tuyo pronunció aquello de…»estas en Babia Carlitos»

El dicho popular ha fijado esta comarca en el imaginario como sinónimo de ausencia, cuando en realidad habla de presencia profunda.

Babia es un territorio que invita a desactivar la urgencia, algo imprescindible para cualquier modelo de turismo experiencial que aspire a ser humano.

En este paisaje amplio y silencioso, alojarse en lugares como Triana de Babia ayuda a comprender que la experiencia no siempre consiste en hacer, sino en estar.

Diseñar recorridos o recomendaciones inteligentes —como los que trabajamos en Cicerone— implica también saber cuándo no intervenir.

3. Valdecañada y el entorno de Ponferrada (León). El bierzo, es el territorio, Valdecañada es territoria en femenino.

Valdecañada mantiene conmigo una conexión emocional directa.

Durante unos años, mi hermano se embarcó en un proyecto personal y familiar y decidió dejar el mundanal Madrid para abrir y gestionar aquí una casa rural llamada Ribera del Cantero, un proyecto familiar que aún conserva ese nombre y que forma parte de mi propia memoria del lugar.

Este territorio del Bierzo superpone capas —industrial, minera, rural y contemporánea— que lo convierten en un espacio de transición.

Es precisamente en estos contextos donde el turismo puede actuar como pegamento social si se diseña con cuidado: no como sustituto de lo que hubo, sino como acompañamiento de lo que aún puede ser.

Y además a escasos kilómetros de Ponferrada en la Comarca del Bierzo, que te recomiendo explorar con sentido y en modo aventura improvisada.

Así que si lo visitas y te alojas en la Casa Rural, Ribera del Cantero, la hospitalidad la encontrarás en la ribera la cercanía de sus actuales dueños.

Esta foto la realicé yo personalmente y esa habitación me despertaba todas las mañanas.

4. Oliete (Teruel) y Apadrina un Olivo…que algo queda.

Apadrina un olivo y Oliete, tanto monta, monta tanto.

Este territorio y población es uno de los ejemplos más claros de cómo la innovación social puede transformar un pueblo sin desnaturalizarlo.

Lucha contra la despoblación, apadrina un olivo abandonado

El proyecto Apadrina un Olivo no es solo una iniciativa de agroturismo; es mucho más una narrativa de reencuentro entre personas urbanas y territorio rural.

Aquí no eres urbanita, eres un padrino o madrina de un olivo y te responsabilizarás de su cuidado y dará sus frutos todos los años.

Alojamientos como la Casa Rural Araceli refuerzan esta lógica de estancia implicada, donde el visitante entiende que su presencia forma parte de un ecosistema económico, social y emocional más amplio.

Es un modelo que inspira muchos proyectos de turismo experiencial

5. Valverde de los Arroyos (Guadalajara). No es verde, es negra.

La arquitectura negra de Valverde de los Arroyos no es un decorado: es conocimiento acumulado.

Cada piedra responde a una lógica climática, social y económica. Este pueblo demuestra que la identidad no se conserva en vitrinas, sino habitándola con cuidado.

El Carabo de Valverde es un buen ejemplo de cómo el alojamiento rural puede integrarse en esa lógica sin romperla, ofreciendo descanso sin imponer un ritmo ajeno al lugar.

6. Genalguacil (Málaga): arte contemporáneo rural para fijar población, casi nada.

Genalguacil, el pueblo MUSEO, con mayúsculas.

Rompe una falsa dicotomía: rural no es sinónimo de atraso, ni contemporáneo de urbano. Este pueblo-museo es una prueba de que el arte puede ser infraestructura cultural y motor de sentido comunitario.

Alojarse en espacios como El Refugio permite entender cómo el visitante se integra en un relato colectivo, no como espectador, sino como parte temporal de una conversación entre arte, paisaje y comunidad.

7. Albarracín (Teruel)

Albarracín es conocido, sí, pero no por ello deja de ser profundo.

Más allá de su postal, me interesa como ejemplo de gestión patrimonial delicada, donde el reto es precisamente evitar morir de éxito.

Alojamientos como Casa Cauma permiten una aproximación más íntima y respetuosa al lugar, recordándonos que incluso en destinos muy visitados es posible mantener una relación lenta y consciente con el territorio.

8. Puebla de la Sierra (Madrid)

En Puebla de la Sierra en Madrid, sí.

Aquí he encontrado muchas de las claves que hoy trasladamos a proyectos vinculados a políticas públicas contra la despoblación: escala humana, gobernanza local y una relación muy consciente entre cultura el arte y el paisaje.

Con su Museo al aire libre: el https://puebladelasierra.es/turismo/ruta-del-valle-de-los-suenos/Valle de los sueños.

Es el tipo de lugar donde la tecnología solo tiene sentido si desaparece en favor de la experiencia y del arte.

A poco más de una hora de Madrid, Puebla de la Sierra funciona como un refugio cultural.

Su relación con el arte, el paisaje y la comunidad lo convierte en un lugar donde el turismo puede ser casi invisible, integrado, respetuoso. Es un recordatorio de que la España vaciada también existe en la periferia de las grandes capitales.

9. Tazacorte (La Palma): platanológico y volcánico

Tazacorte es territorio vivo, en el sentido literal. Agricultura, océano y volcán conviven en una tensión fértil.

Me interesa su dimensión platanológica, como sistema productivo, cultural y paisajístico.

Y el proyecto de un buen amigo y profesional del turismo PLATANOLÓGICO, sí en mayúsculas: descúbrelo aquí.

Aquí el turismo solo tiene sentido si entiende que llega a un ecosistema que ya estaba completo antes de su llegada.

10. Malpartida de Cáceres: Museo Vostell en plena extreMADURA

El Museo Vostell Malpartida es una anomalía maravillosa. Yo soy muy fan de estos proyectos.

Y dónde. En extre-madura.

Arte contemporáneo radical insertado en un paisaje de dehesa y piedras. Este lugar demuestra que la cultura puede descentralizarse sin perder potencia. Es, para mí, uno de los ejemplos más claros de cómo el turismo cultural puede ser exigente y respetuoso a la vez.


Mirar sin invadir: reto demográfico, reto para la España in-vaciada.

Todo este recorrido conecta directamente con los proyectos que estamos desarrollando actualmente en iUrban en el marco de las políticas públicas frente a la despoblación.

No se trata de llevar turistas a los pueblos, sino de diseñar condiciones para que el encuentro sea justo, sostenible y duradero.

Estos diez lugares no piden ser descubiertos; piden ser escuchados.

El futuro del turismo no está en multiplicar visitantes, sino en mejorar las relaciones entre personas y territorios. La España vaciada no necesita ser llenada, sino comprendida.

Viajar así no evita el conflicto, pero lo hace fértil.

Y, sobre todo, devuelve al viaje su sentido original: el de transformarnos sin destruir aquello que nos transforma.


MEMOR-IA: cuando la memoria también planifica

Este conjunto de lugares, experiencias y vínculos personales conecta directamente con el enfoque MEMOR-IA en el que trabajamos actualmente desde iUrban: una manera de aplicar la inteligencia artificial no para optimizar flujos, sino para interpretar memorias territoriales.

Frente a una IA extractiva, proponemos una IA que escucha.

MEMOR-IA parte de una idea sencilla y, a la vez, radical: los territorios despoblados no carecen de datos, sino de relatos estructurados.

Familias, oficios, proyectos culturales, paisajes productivos y biografías —como las que atraviesan muchos de estos destinos— constituyen un conocimiento que rara vez entra en los sistemas de planificación turística.

Herramientas como Cicerone nacen precisamente de ahí: de la necesidad de traducir esa memoria viva en criterios de recomendación, de ritmo y de sentido.

No para dirigir al visitante, sino para acompañarlo. No para llenar pueblos, sino para facilitar encuentros equilibrados entre quien llega y quien permanece.

Si el futuro del turismo pasa por la inteligencia, será por una inteligencia que recuerde. Y si la España vaciada tiene un papel central en ese futuro, será porque todavía conserva algo que otros territorios ya han perdido: tiempo, relato y posibilidad.

Feliz Navidad.

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *